Uno al vivir por inercia,
se siente el centro del mundo, todo gira en torno a la vida que uno
construye porque además el tránsito de lo cotidiano termina por
absorver todas nuestras capacidades hasta el punto en que se cree que
eso es la vida. De pronto, de un tajo las personas debemos
conscientizarnos acerca de las cosas tan grandes que hay en el mundo
y sobre lo pequeños que somos en el espacio: somos pequeñas
arenitas que apenas se pueden distinguir una de otra.
La tierra acoge con igual
indiferencia a letrados que a ignorantes, a reyes a que a lacayos,
entonces lo que queda para cada persona simple y llana es decidir
sobre el sujeto que quiere construir de sí mismo, nuestro compromiso
con la vida, nuestra familia y la realidad que nos rodea es
participar con responsabilidad y buscar de la manera más humana
pasar por esta vida, generar riquezas para el espíritu y disfrutar
de nosotros mismos sin dañar a nadie, ser feliz.
La felicidad es un
elemento que no puede llegar de fuera, a diferencia de la realidad
que es una construcción social, la felicidad depende de nuestro
mundo interior, es una construcción subjetiva, debemos disfrutar
inconmensurablemente de ella y de nuestro cuerpo, somos responsables
de nuestra propia felicidad, dice Óscar Wilde que sólo hay dos
tragedias en la vida: alcanzar lo que deseas o no alcanzarlo.
“Atrévete:
Sé
el arco y la flecha, la cuerda y el ay.
El
sueño es explosivo. Estalla. Vuelve a ser sol.
En
tu castillo de diamante tu imagen se destroza
Y
rehace, infatigable. “
(Octavio
Paz : El prisionero)
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