miércoles, 12 de mayo de 2010

La modernidad de la Ciudad de México en Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco


José Emilio Pacheco en 2009 fue condecorado con el premio Cervantes y tiene en su haber más de doce reconocimientos internacionales de gran envergadura, desde la primera mitad del siglo XX ya figuraba como uno de los poetas más importantes de Latinoamérica. Es un personaje central en la historia de la literatura mexicana pues se desenvolvió profesionalmente en diversos espacios dirigiendo publicaciones de cultura y letras, es profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, y estudioso de la obra de Borges. Ha escrito seis novelas y doce libros de poesía, su obra más reconocida es sin duda la más pequeña y ligera en tamaño pero inversamente proporcional a su calidad y grandeza: Las batallas en el desierto. Esta novela es sin duda su mejor carta de presentación, fue escrita en 1981 y a partir de ese momento se convirtió en un clásico de la literatura nacional, es una obra desarrollada en primera persona cuyo personaje principal es Carlos un niño de primaria,  que vive en la colonia Roma de la Ciudad de México en el año de 1948.
La ciudad que describe José Emilio Pacheco en Las batallas en el desierto está permeada por la idiosincrasia nacional de mediados del siglo pasado, misma que pasa ansiosa, durante el sexenio de Miguel Alemán, de la modernidad clasista y fragmentaria a la fácil consecuencia del ideal de “una familia y una casa para ser felices”. Es por decirlo de alguna manera la filosofía de la modernidad en el cotidiano de los habitantes de la Ciudad de México.
La modernidad se nos presenta como la posibilidad de que la Ciudad de México inicie con un gran proceso para poblarlo e industrializarlo, por ejemplo la fábrica de jabones del papá de Carlos es severamente agobiada y golpeada por una competencia encarnizada que inician las grandes compañías de detergentes, lo que da idea de la etapa de alta competitividad por la que pasaba el liberalismo económico. Al final de la obra nos damos cuenta de que la opción de venderles la compañía a las empresas extranjeras fue lo mejor porque el papá de Carlos fue nombrado gerente en esas compañías estadounidenses y logró un excelente desempeño gracias a que dominaba el idioma de los negocios: el inglés.
Es importante señalar que como modernidad entendemos al periodo histórico que inicia en lo económico con la Revolución Industrial y en lo jurídico con la Revolución francesa. La estructura económica que por una parte genera ganancias por la otra provoca también desigualdades económicas y fracturas en el orden social, estimulando la competencia y el desarrollo de una nueva clase pujante: la media, la burguesía[1]. Por ello la situación familiar de precaria a pudiente dibuja un escenario moderno, al que la familia de Carlos arriba con gran facilidad y a la que gente como Rosales, su compañero de escuela con situación de precariedad económica, no puede ni siquiera aspirar. Cabe mencionar una crítica breve que señala fehacientemente el autor respecto a esta etapa: “El enriquecimiento de unos cuantos y el empobrecimiento de casi todos”, es muy probable que la voz del narrador en cuanto a este tema provenga más del paso del tiempo y de la observancia de las consecuencias que de una lógica que corresponda al periodo del desarrollo de la trama.
La situación de la población que conformaba el México de aquellos momentos era de suma ansiedad ya que recientemente había terminado la Segunda Guerra Mundial  y México apenas, después de Cárdenas, había iniciado su historia como nación moderna, se encontraba reinventándose pero a gran velocidad, no en vano a esta etapa en economía se le conoce como el milagro mexicano. La modernización de la ciudad traía consigo los males que hoy son cosa muy definida: mendicidad, hacinamiento, violencia y entrada de población extranjera. 
Sin embargo mientras la modernidad entraba por la puerta grande a nuestro país, el gobierno de Miguel Alemán dotaba a la administración pública de “los primeros universitarios que gobernaban el país. Técnicos, no políticos. Personalidades morales intachables”, era claro que el primer presidente civil de un país como el nuestro debía generar condiciones fuertes de legitimidad, mismas que este hábil político generó. Si revisamos la historia, a Alemán se le conoció por protagonizar un acercamiento con los industriales nacionales y extranjeros así como el generador de una gran parte de la infraestructura citadina[2], por ello el México de los políticos, amigos de Alemán, era un espacio de esperanza y desarrollo sin límites eran común saber de sus casas en Las Lomas y las de descanso en Acapulco, sus permisos de importación, adjudicaciones y licencias todas, eran en suma “el tipo de gente que vive de perdida en Polanco” diría la madre de Carlos en la novela.
La clase media que dibuja la novela, nos muestra un segmento poblacional que empujó el consumo de bienes duraderos tales como estufas, refrigeradores eléctricos, lavadoras, licuadoras, aspiradoras, ollas exprés y que propició el eslabonamiento productivo de diferentes sectores. Al tiempo que la clase media aspiraba a contar con los aditamentos domésticos más actuales que le facilitaran la vida, también comenzó a desdeñar la producción de entretenimiento por parte de las radiodifusoras, particularmente la XEW con radionovelas, y del cine nacional  con películas de Pedro Infante.
Los clase medieros que habitaron la colonia Roma, provenían de estirpes de mayor abolengo, pero a las que la Revolución despojó de esos beneficios, por ejemplo la madre de Carlos, presumía de ser originaria de buena familia, muy decente y tradicional del estado de Jalisco, por ello criticaba “a los vecinos de medio pelo” que la circundaban, odiaba particularmente a los citadinos a quienes les adjudicaba todos los vicios de la ciudad.
Esta idea débil de convivencia pacífica con el resto de los defeños terminaba cuando la dinámica corrompía las ideas conservadoras de esa población quiénes montados en cólera se confrontaban a “los otros” con insultos y calificativos, por ejemplo a los compañeros de Carlos los tildaban por el tipo de familias de las que provenían: son pelados (pobretones) los hijos de las madres solteras o padres divorciados; los de las cualquiera; los de los combatientes contra los cristeros, los de una viuda que trabaja por indecente, etcétera. 
El hecho central de la historia es una confesión de amor que le formula el pequeño Carlos a Mariana (madre de Jim, uno de sus compañeros) en la casa de la mujer, asunto que es reinterpretado por los diferentes actores de la novela, para la madre fueron actos impúdicos realizados por una mujer pública que es la amante de un funcionario, ese sí público, el padre cree que el niño tiene algún desorden de tipo psicológico por lo que es llevado con este tipo de profesionistas para ser atendido y el hermano mayor lo califica como una hazaña que sólo un macho podría realizar. Como podemos observar el asunto central de la confesión de amor fue tratada siempre con connotaciones sexuales que nunca existieron y que sin embargo es abordada con distintas aristas y variantes morales que no corresponde a la del niño porque la historia marca el desarrollo de un pequeño alejado de otros elementos, es decir únicamente la realidad de Carlos que desea vivir la tranquilidad de adolescente prematuro sin que éste sea influido por el entorno económico y social.
El sitio común sobre la visión de futuro en la modernidad era la generada por la clase media como un espacio de “plenitud y bienestar universales, ciudades limpias, sin injusticia, sin pobres, sin violencia, sin congestiones, sin basura. Para cada familia una casa ultramoderna y aerodinámica (…). A nadie le faltaría nada. Las máquinas harían todo el trabajo. Calles repletas de árboles y fuentes, vehículos sin humo (…) el paraíso en la tierra. La utopía por fin conquistada”. Estamos en el 2010 y vemos casi imposible que esta situación sea posible.
La muerte de Mariana y el derrumbe de la ciudad tal como fue narrada en la obra de José Emilio Pacheco refleja la transición de una ciudad incipiente a una moderna y de la etapa infantil a la adolescente, ambos, la ciudad y Carlos tuvieron que descubrir juntos nuevos derroteros, iniciar un camino diferente con metas distintas, capitalizar la realidad del mejor modo posible. La historia actual de la Ciudad de México la conocemos todos, la historia de Carlos después de Mariana es un enigma que guardará por siempre el autor, nada podemos hacer ante ese derrumbe.
Por todo lo anterior, Las batallas en el desierto es una novela compleja que integra el aprendizaje de un niño en su entorno, el inicio de su pubertad frente a la floreciente y desconcertante Ciudad de México, llena de contradicciones y prejuicios que generan un ambiente moralista en lo que se refiere a las relaciones humanas y liberal en lo que concierne a la economía.


[1] MARX, Karl, El Capital, Tomo I/Vol.1. 21ª edición en español, México, Siglo XXI , 1996. P.176.
[2] KRAUZE, Enrique. La presidencia imperial. Fábula Tusquets. 6ª reimpresión. México, 2005. Pp. 48-69.

2 comentarios:

  1. buena nota sobre un muy buen libro, oye,como incluyes las llamadas de las notas?

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  2. gracias, pues lo redacto en word con notas a pie de página y luego copio todo y lo pego, lo que no me gusta es que quedan muy grandes los números de las llamadas.
    saludos

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