José
Emilio Pacheco en 2009 fue condecorado con el premio Cervantes y tiene en su
haber más de doce reconocimientos internacionales de gran envergadura, desde la
primera mitad del siglo XX ya figuraba como uno de los poetas más importantes
de Latinoamérica. Es un personaje central en la historia de la literatura
mexicana pues se desenvolvió profesionalmente en diversos espacios dirigiendo
publicaciones de cultura y letras, es profesor de la Universidad Nacional
Autónoma de México, UNAM, y estudioso de la obra de Borges. Ha escrito seis
novelas y doce libros de poesía, su obra más reconocida es sin duda la más
pequeña y ligera en tamaño pero inversamente proporcional a su calidad y
grandeza: Las batallas en el desierto. Esta novela es sin duda su mejor carta de
presentación, fue escrita en 1981 y a partir de ese momento se convirtió en un
clásico de la literatura nacional, es una obra desarrollada en primera persona
cuyo personaje principal es Carlos un niño de primaria, que vive en la colonia Roma de la Ciudad de
México en el año de 1948.
La
ciudad que describe José Emilio Pacheco en
Las batallas en el desierto está permeada por la idiosincrasia nacional de
mediados del siglo pasado, misma que pasa ansiosa, durante el sexenio de Miguel
Alemán, de la modernidad clasista y fragmentaria a la fácil consecuencia del
ideal de “una familia y una casa para ser felices”. Es por decirlo de alguna
manera la filosofía de la modernidad en el cotidiano de los habitantes de la
Ciudad de México.
La
modernidad se nos presenta como la posibilidad de que la Ciudad de México
inicie con un gran proceso para poblarlo e
industrializarlo, por ejemplo la fábrica de jabones del papá de Carlos es
severamente agobiada y golpeada por una competencia encarnizada que inician las
grandes compañías de detergentes, lo que da idea de la etapa de alta
competitividad por la que pasaba el liberalismo económico. Al final de la obra
nos damos cuenta de que la opción de venderles la compañía a las empresas
extranjeras fue lo mejor porque el papá de Carlos fue
nombrado gerente en esas compañías estadounidenses y logró un excelente
desempeño gracias a que dominaba el idioma de los negocios: el inglés.
Es
importante señalar que como modernidad entendemos al periodo histórico que
inicia en lo económico con la Revolución Industrial y en lo jurídico con la
Revolución francesa. La estructura económica que por una parte genera ganancias
por la otra provoca también desigualdades económicas y fracturas en el orden
social, estimulando la competencia y el desarrollo de una nueva clase pujante:
la media, la burguesía[1]. Por ello la
situación familiar de precaria a pudiente dibuja un escenario moderno, al que
la familia de Carlos arriba con gran facilidad y a la que gente como Rosales,
su compañero de escuela con situación de precariedad económica, no puede ni
siquiera aspirar. Cabe mencionar una crítica breve que señala fehacientemente
el autor respecto a esta etapa: “El enriquecimiento de unos cuantos y el
empobrecimiento de casi todos”, es muy probable que la voz del narrador en cuanto
a este tema provenga más del paso del tiempo y de la observancia de las
consecuencias que de una lógica que corresponda al periodo del desarrollo de la
trama.
La
situación de la población que conformaba el México de aquellos momentos era de
suma ansiedad ya que recientemente había terminado la Segunda Guerra
Mundial y México apenas, después de
Cárdenas, había iniciado su historia como nación moderna, se encontraba
reinventándose pero a gran velocidad, no en vano a esta etapa en economía se le
conoce como el milagro mexicano. La modernización de la ciudad traía consigo
los males que hoy son cosa muy definida: mendicidad, hacinamiento, violencia y
entrada de población extranjera.
Sin
embargo mientras la modernidad entraba por la puerta grande a nuestro país, el
gobierno de Miguel Alemán dotaba a la administración pública de “los primeros
universitarios que gobernaban el país. Técnicos, no políticos. Personalidades
morales intachables”, era claro que el primer presidente civil de un país como
el nuestro debía generar condiciones fuertes de legitimidad, mismas que este
hábil político generó. Si revisamos la historia,
a Alemán se le conoció por protagonizar un acercamiento con los industriales
nacionales y extranjeros así como el generador de una gran parte de la
infraestructura citadina[2], por ello el México
de los políticos, amigos de Alemán, era un espacio de esperanza y desarrollo
sin límites eran común saber de sus casas en Las Lomas y las de descanso en
Acapulco, sus permisos de importación, adjudicaciones y licencias todas, eran
en suma “el tipo de gente que vive de perdida en Polanco” diría la madre de
Carlos en la novela.
La
clase media que dibuja la novela, nos muestra un segmento poblacional que
empujó el consumo de bienes duraderos tales como estufas, refrigeradores
eléctricos, lavadoras, licuadoras, aspiradoras, ollas exprés y que propició el
eslabonamiento productivo de diferentes sectores. Al tiempo que la clase media
aspiraba a contar con los aditamentos domésticos más actuales que le
facilitaran la vida, también comenzó a desdeñar la producción de
entretenimiento por parte de las radiodifusoras, particularmente la XEW con
radionovelas, y del cine nacional con
películas de Pedro Infante.
Los
clase medieros que habitaron la colonia Roma, provenían de estirpes de mayor
abolengo, pero a las que la Revolución despojó de esos beneficios, por ejemplo la madre de
Carlos, presumía de ser originaria de buena familia, muy decente y tradicional
del estado de Jalisco, por ello criticaba “a los vecinos de medio pelo” que la
circundaban, odiaba particularmente a los citadinos a quienes les adjudicaba
todos los vicios de la ciudad.
Esta
idea débil de convivencia pacífica con el resto de los defeños terminaba cuando
la dinámica corrompía las ideas conservadoras de esa población quiénes montados
en cólera se confrontaban a “los otros” con insultos y calificativos, por
ejemplo a los compañeros de Carlos los tildaban por el tipo de familias de las
que provenían: son pelados (pobretones) los hijos de las madres solteras o
padres divorciados; los de las cualquiera; los de los combatientes contra los
cristeros, los de una viuda que trabaja por indecente, etcétera.
El
hecho central de la historia es una confesión de amor que le formula el pequeño
Carlos a Mariana (madre de Jim, uno de sus compañeros) en la casa de la mujer,
asunto que es reinterpretado por los diferentes actores de la novela, para la
madre fueron actos impúdicos realizados por una mujer pública que es la amante
de un funcionario, ese sí público, el padre cree
que el niño tiene algún desorden de tipo psicológico por lo que es llevado con
este tipo de profesionistas para ser atendido y el hermano mayor lo califica
como una hazaña que sólo un macho podría realizar. Como podemos observar el
asunto central de la confesión de amor fue tratada siempre con connotaciones
sexuales que nunca existieron y que sin embargo es abordada con distintas
aristas y variantes morales que no corresponde a la del niño porque la historia
marca el desarrollo de un pequeño alejado de otros elementos, es decir
únicamente la realidad de Carlos que desea vivir la tranquilidad de adolescente
prematuro sin que éste sea influido por el entorno económico y social.
El
sitio común sobre la visión de futuro en la modernidad era la generada por la
clase media como un espacio de “plenitud y bienestar universales, ciudades
limpias, sin injusticia, sin pobres, sin violencia, sin congestiones, sin
basura. Para cada familia una casa ultramoderna y aerodinámica (…). A nadie le
faltaría nada. Las máquinas harían todo el trabajo. Calles repletas de árboles
y fuentes, vehículos sin humo (…) el paraíso en la tierra. La utopía por fin
conquistada”. Estamos en el 2010 y vemos casi imposible que esta situación sea
posible.
La
muerte de Mariana y el derrumbe de la ciudad tal como fue narrada en la obra de
José Emilio Pacheco refleja la transición de una ciudad incipiente a una
moderna y de la etapa infantil a la adolescente, ambos, la ciudad y Carlos
tuvieron que descubrir juntos nuevos derroteros, iniciar un camino diferente con
metas distintas, capitalizar la realidad del mejor modo posible. La historia actual de la Ciudad de México la
conocemos todos, la historia de Carlos después de Mariana es un enigma que
guardará por siempre el autor, nada podemos hacer ante ese derrumbe.
Por
todo lo anterior, Las batallas en el
desierto es una novela compleja que integra el aprendizaje de un niño en su entorno, el inicio de su pubertad frente a la
floreciente y desconcertante Ciudad de México, llena de contradicciones y
prejuicios que generan un ambiente moralista en lo que se refiere a las
relaciones humanas y liberal en lo que concierne a la economía.
buena nota sobre un muy buen libro, oye,como incluyes las llamadas de las notas?
ResponderEliminargracias, pues lo redacto en word con notas a pie de página y luego copio todo y lo pego, lo que no me gusta es que quedan muy grandes los números de las llamadas.
ResponderEliminarsaludos