Me sentía enterrado como caracol cenizo aferrándome a la
bahía como un erizo, era ahí sí una falta ortográfica, desencajado de la
realidad, un tiempo en dos fases: contemplación que es irrupción e imaginación
que es transgresión.
Uno siente el arena caliente quemar los pies o los saguaros que fracturan el tiempo anterior. El páramo es una bocanada de polvo caliente, no deja sino la soledad inmaculada del paisaje cuarteado desde la biznaga, el suelo agrietado como los pies del indio y hasta la piel de la iguana.
Uno siente el arena caliente quemar los pies o los saguaros que fracturan el tiempo anterior. El páramo es una bocanada de polvo caliente, no deja sino la soledad inmaculada del paisaje cuarteado desde la biznaga, el suelo agrietado como los pies del indio y hasta la piel de la iguana.
Era azul, verde, negro, anaranjado tan lejos de la tierra de
Israel y tan cerca del fin del mundo, del principio de la expulsión, bancos de
polvo capitalizando nuestros paisajes, crudos monolitos secos desde la raíz del
esqueleto que punza y se afila ordenadamente en lo verde de los huizaches hasta
la punta de las espinas que traspasan la frente, ahí tengo mi soledad.
El desierto es el principio del encuentro o el encuentro del
principio, agota el tiempo, expande su espacio y el sol resplandece en sus
arenas, si el mar encuentra al desierto ambos se confrontan poderosos, dan la
vida y la arrebatan, la secan, la salan, la concentran en el agua que arde en
la cara, que talla los pies y corta la piel, son entonces dos tiempos enfrentándose,
trozando montañas paradas en medio del agua y en la tierra el sol cocina sus
entrañas.
La luna y el sol también están cerca, ni uno ni otro se
alejan demasiado, les angustia lo que ocurre, mientras que una cuija se ve
fosforescente en las luces neón del “Fahrenheit” y se traga a las mariposas del
Mictlán, presagio infalible del triunfo de la pasión por encima de la muerte.
Los barcos se pierden como luciérnagas en medio del charco
negro, el tiempo suavizado deja los ánimos para olvidarse en alguna parte del
arrecife con la intención de confundirse con el cardumen de peces plateados que
saltan del mar picado o para dejarse arrastrar como el cangrejo debajo de las
piedras o para esperar a las sirenas que traigan monedas de oro o simplemente
con las ganas de hacerse chiquito y viajar en la bolsa que está debajo del pico
del pelícano.
Otra vez es azul, rosa y anaranjado, los vampiros energéticos
me dejan exhausto, no llevo ni para el paisaje y aquí tantos colores son del
dominio popular.
Dibujo el mapa de la República Mexicana, hago especial
cuidado para detallar la península de Baja California, me fijo bien de
separarlo con buen espacio del Mar de Cortés y en la puntita localizo a Cabo
San Lucas, señalo con una flecha “usted está aquí” y del otro lado el sol
alimenta a la piel de mi corazón de biznaga.
TAN BUENO COMO SIEMPRE, POR TI APRENDI A AMAR LA POESIA.
ResponderEliminarhola, no sé quién eres.. pero me genera mucha alegría haber generado eso en alguien...
EliminarTe leo con delicia voraz, entre tazas de te caliente, abundantes nevadas y mucha nostalgia de ti...Excelente pieza 'Desolado'
ResponderEliminarTu Meiga Resfriada
Jejeje gracias Meiga, a mi también me gusta... te quiero
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